El ruido de las detonaciones de un grito puso en alerta a una mujer que evitó convertirse en el blanco de aquella sombra maligna.
En la noche del pasado jueves 08 de febrero del 2018 en la ciudad de Quito, cerca de las doce de la noche Diana Carolina una joven de aproximadamente 24 años se dirigía a su casa, luego de una ardua jornada en la Universidad Central del Ecuador. Como era de costumbre una vez en su casase dirigía a dar de comer a sus mascotas, es decir realizaba la misma rutina de todos los días; en el momento que se disponía a realizar sus deberes empezó a sentir un frío terrible; pensaba que quizá una ventana se encontraba abierta por tanto fue a verificar que todo estuviera cerrado y fue así que continuó con sus tareas, ya cuando era la una y cuarenta de la madrugada Diana Carolina comenzó a sentir un profundo cansancio y sueño, por tal motivo se levantó a prepararse una bebida, su favorita, Coca Cola helada; pues es lo que le permite no caer rendida ante su cansancio físico y mental.
De repente se escuchó un fuerte grito – ¡No otra vez ¡- que después de casi tres años volvía a ver a aquel hombre de negro, alto con su cabello largo, rizado y abundante, con un rostro sumamente aterrador el mismo que hasta la fecha no ha podido describir por el pavor que le provoca el solo pensar que lo atrae con su mente. Johanna su hermana menor moría de pánico al saber que probablemente vería algo sobrenatural, Diana Carolina como siempre mostro valentía y rudeza prefirió engañar a su mente y decir-no fue nada, es solo mi imaginación- continuó elaborando un informe estadístico que debía presentar. Fue entonces que pasaron varios días desde aquella noche y ella seguía sintiendo la presencia de ese hombre que la seguía y no era precisamente un novio que tenía o mucho menos un amante apasionado. Era aquel hombre que solo ella podía ver y quien le acorralaba siempre, incluso en plena luz del día, en los caminos de la universidad, en el bus, bares y discotecas que frecuentaba.
Mantenía todo esto en secreto, no se lo divulgaba a nadie, ni a sus amigos, por el miedo de que le cataloguen como una loca, calificativo que muchas veces su padre le dio porque no creía en lo que decía aquella muchacha rebelde. Es así como en una pequeña plaza conoce a Fray Stalin, quien vivía en el convento de San Francisco, con el cual crea una sólida amistad, por consiguiente, decide contarle sus escalofriantes experiencias con este ente que solo ella veía, por primera vez había encontrado a una persona que creyera en estos sucesos paranormales que vivía.
Como respuesta y ayuda a esta muchacha Fray Stalin lleva a Diana Carolina a una milicia, espacio donde consolida su relación con Dios y todos sus miedos por ese ente fenomenológico desparecen, al pasar los meses este fantasma recobra más fuerza y las cosas que empiezan a pasar en casa de Diana son cada vez más insoportables, ella es la única que lo puede ver, pero ahora también es su familia la que empieza a sentir el ambiente pesado y ruidos estremecedores. Este escenario los lleva a pedir a Fray Stalin que bendiga la casa un domingo por la tarde. Los momentos terribles que vivía especialmente Diana habían pasado, fue lo que erróneamente ella pensó, todo se había intensificado más contra ella, los lloros en su habitación, sombras negras, bultos pesados acostados alado de su cama, manchas de sangre en las paredes, en fin, noches oscuras llenas de opresión y malicia.
Decide comunicar esta situación a Fray Stalin, mismo que le proporciona un cordón blanco llamado “Cordón de San Francisco de Asís” el cual debería ser colocado en la puerta de la habitación, esto la protegería e impediría el ingreso de estos entes en el lugar.
Por la noche mientras descansaba se quedó dormida en la habitación de su hermana y sin darse cuenta las dos quedaron acurrucadas en la tormenta que azotaba la noche, era cerca de las 3:00 am cuando Diana Carolina intento moverse y pensó que era su hermana quien se le había subido en su cuerpo y no le dejaba mover, es así que abrió los ojos molesta por este acontecimiento y se percató que era aquel hombre quien le marcaba fuertemente sus brazos y le decía: -No debiste avisar a nadie que te sigo, ahora te vas conmigo-mientras tanto sentía que le jalaban con unas fuerzas enigmáticas, sin poder moverse y mucho menos dar un alarido de auxilio… Desde el fondo de su ser y sin saber cómo grito: ¡PAPÁ! De inmediato vio que su hermana de un brinco salto a encender la luz y le preguntaron ¿Qué paso? Nos hiciste asustar, ¡Esta loca! Ella temblando y tartamudeando les indicó sus brazos, en ese momento entendieron y comprendieron por primera vez lo que en realidad pasaba, creyendo el padre en su hija.
Por la mañana siguiente la familia se dirigió ala iglesia de San Francisco, Fray Stalin acompañada por Diana entraron a una celda de un sacerdote especializado, quien le practicó un exorcismo.
En la actualidad no se ha vuelto a saber nada de la joven estudiante, existen varias especulaciones de lo acontecido. Solo sus familiares conocen la verdad, mismos que se niegan a dar declaraciones que informen si Diana Carolina fue con la oscura sombra que la quiso llevar o matar.