El costo de una carrera universitaria

Autora: Leonela Caicedo 

“Adversidades a las que nos enfrentamos los provincianos, por estudiar en la gran ciudad que está llena de oportunidades”.

Este mes de octubre se cumplieron tres años de mi partida. Entre el llanto de mi madre y los abrazos enérgicos de mis hermanos, me despedí y partí con rumbo a la capital. En mi Cabeza nada estaba claro, lo único que tenía era la motivación de superarme y abrirme camino en la gran ciudad.

No tenía idea de lo que me depararía el destino, y no estaba segura de poder con tanta presión. Por una parte estaba el inmenso amor hacia mi familia y por otra, las desenfrenadas ganas de superarme para obtener mucho dinero y sacar a mi familia del infierno en que vivimos. Sabía que lo más difícil ya estaba hecho, no me podía echar para atrás, lo único que me quedaba era afrontar todo lo que venga.

Los primeros días fueron muy difíciles, extrañaba demasiado a mi madre y no me agradaba la gente con la que vivía. Bueno, pero ¿Quién podría vivir bien con una madrastra desagradable y con sus hijos arrogantes? 

Pasaron seis meses y entre ira y dolor me hice a la idea, era eso o regresar a Ibarra con un rótulo en la frente que diga, “no pude, fracasé”. Si de algo estaba segura, es de que por nada del mundo renunciaría a mi objetivo, no me importaría pasar hambre, aguantar maltratos o sufrir por mi familia.

Y pasaron dos años de agonía, hasta poder liberarme de tanta maleza que me rodeaba. Vivir sola en una ciudad desconocida, lejos de tu familia, donde la gente no es nada amable, donde si te falta un centavo para el pasaje simplemente te bajan del bus, parece fácil,pero tienen que vivir lo en carne propia para entender cuán difícil puede llegara ser.

Ahora llevo un año viviendo con dos compañeras Elizabeth y Eliana, compartimos el departamento; porque ellas también vienen de otras ciudades. Es curioso porque hace algunos días pensaba que solo yo he tenido desaventuras en esta ciudad. Ignoraba que hay personas que se quedan sin pasaje y tienen que llegar caminando a casa, como Eliana, que también hay personas que no tienen problemas económicos pero se sienten muy solas como Elizabeth.

Pero también están las historias excepcionales, historias tan tristes que es inevitable conmoverse, historias que con escucharlas te duelen, historias que no se cuentan, historias que no son las de los cuentos de hadas, donde todo es felicidad.

Después de que escuchar que una niña a los 11 años tuvo que salir de su pueblo ubicado en alguna parte de la provincia de Imbabura, para estudiar el colegio y que tenía que vivir sola porque su madre no podía mudarse con ella, pienso que yo he vivido bien después de todo.

Esta niña que tuvo que independizarse y madurar a las malas, como todo en nuestra sociedad, hoy es mi compañera de curso Jaqui. Salió de su pueblo para estudiar el colegio en la ciudad de Otavalo, luego tuvo que salir de Otavalo para estudiar una carrera universitaria en la ciudad de Quito. Y aquí sigue, luchando día a día con la esperanza de que esta ciudad le abra muchas puertas de oportunidades.

Como Jaqui hay muchas personas que llegan a esta ciudad y no les cuesta nada de trabajo adaptarse, por ejemplo un día conocí a Aurora, una señora costeña, alta, muy agradable y de sonrisa cálida, que llegó hace muchos años a esta ciudad para estudiar en la universidad. Actualmente Aurora tiene 59 años, sigue viviendo en Quito, se casó, tuvo tres hijos, hizo una vida lejos de su tierra.

Y precisamente porque Quito es una ciudad que acoge una mezcla de culturas, y lo que caracteriza a sus habitantes es el humor negro que suelen tener.

Olyvert es el hijo de Aurora y el conoce muchas personas de provincias, un día le pregunté;

-¿has escuchado que alguien use despectivamente la palabra provinciano?

-alguna vez escuche que unos compañeros usaban ese término despectivamente, haciendo alusión a que ellos son mejores, que tienen mejor educación que las personas que vienen de afuera.

Es tan fluido el humor de los quiteños, que nos ridiculizan hasta en YouTube, hacen vídeos como Poncho Alexander un Youtuber quiteño, hizo una dramatización donde se ridiculiza a un joven ambateño.  

Pero a la final, burlas, maltratos,desaventuras es lo que nos toca vivir y solo los verdaderamente valientes sobreviven.

Deja un comentario