Escribir con el corazón y corregir con la cabeza. Por Alex Berrones

La escritura con su nacimiento revolucionó las formas de comunicarnos y a pesar de la tendencia de la imagen, la palabra no esta en un segundo plano. Esto lo tiene bastante claro Gerardo Merino y para explicarlo deja el corazón.   

Por la noche del 6 de noviembre enfermé de una infección que no me permitió inscribirme directamente en los talleres, sin embargo, un buen amigo entregó mis papeles, así es como llegué al taller de Gerardo Merino, el cual no era mi primera opción a pesar de mi afición a la escritura. Quizás llegué por accidente, pero en él camino resulto ser un descubrimiento total.

El domingo antes de empezar la semana de talleres me había quedado hasta tarde. Fascinado por el filme de Francisco Lombardi “Mariposa Negra” olvidé la hora y no pude dormir más que tres horas.

Por este motivo la mañana del 12 de noviembre era una montaña empinada, la cual no quería subir. Entonces decidí dormir un par de horas. Desperté a las 8 y 30 de la mañana, mi mamá preparó el desayunó, mismo que estaba muy rico, después fui a tomar un baño del cual salí brevemente, me vestí, tomé mi mochila y salí a tomar el bus.

Yo luego de salir de casa comencé a cuestionarme si el profesor me iba a dejar entrar, puesto que llevaba dos horas tarde, sin embargo, cruzó por mi cabeza que en los talleres daban descansos, ya que seis horas ininterrumpidas sería anti-pedagógico.

Llegué a las 10 am a la Facultad y para suerte mía justo el profesor había dado un receso. Soy algo impuntual y yo pensé que esto me iba a traer problemas cuando me enteré de las reglas que había puesto el profesor, por medio de Whatsapp.

Entre a la clase a las 11 am, había más bancas que alumnos presentes. El maestro estaba al frente sentado revisando su computadora, la vestimenta que llevaba era una chompa roja y unos jeans en mi transmitía frescura. Mis compañeros lucían tranquilos, incluso alegres y la clase se desarrollaba de una manera virtuosa. De manera repentina comenzó a irse el cansancio. El descubrir otra forma de escribir aumentaba mis ánimos. Gerardo era un maestro explicando las partes del cuerpo cuando hablaba de la estructura del guion. Gerardo decía  -Cuando una persona te dice que pongas el dedo en la frente puedes hacerlo porque conoces tu cuerpo y como llegar a realizar la acción, lo mismo pasa con la estructura de un guion dijo Gerardo. -Pero profesor como es posible diferenciar cada parte con exactitud dijo Felipe. – Es fácil hay que conocer la estructura y que estás haciendo con ella. Es imposible no preguntarse ¿Cómo se llega a tener tal manejo de los textos? ¿Llegaré a tener la certeza que el profesor tiene al realizar su texto?  Con esto en mi cabeza me dirigí hacia mi casa y me senté frente a mi escritorio, para escribir lo que la pluma aguante y lo que el alma apruebe.

Empecé a llegar temprano todas las mañanas restantes, para escuchar la cátedra, para escuchar que se escribe con el corazón y se corrige con la cabeza, para enamorarme más de las letras y para crear mundos en los que mis personajes y yo podemos vivir. Ahora al mismo tiempo de escribir esta crónica, hago un guion basado en la migración del medio oriente a occidente de manera metafórica. Lo que el taller dejo en mi fue eso, ansia por escribir.

Al ocaso del día siempre nos redescubrimos y nos construimos. Es una persona o una frase, de cualquier forma, no salimos ilesos del contacto con el mundo. Y es lo que nos hace ser personas. El aprender, crecer, fallar, arrepentirnos, mentar a la madre, elogiar a un desconocido, hundirnos en las letras, llegar tarde, perder la vergüenza, desvelarnos, ver cine, hacer cine…Escribir un guion.

El taller debería durar más, puesto que les daría un espacio a los estudiantes, para desarrollar destrezas que poseen y aun no son descubiertas.

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